Si me dieran a elegir una flor de todo un jardín, yo eligiría la Cala… y si tuviera que elegir una flor en una huerta, seguro que cojería una alcachofa!!!
Disfruto con su sabor cocinada de cualquier forma… la busco si forma parte de un guiso y si es la protagonista de un plato me cautiva!!!
No en vano Pablo Neruda escribió una Oda a la Alcachofa (al final de la entrada os la pongo)
Os he dicho ya que la alcachofa es la verdura que más me gusta de todas???



INGREDIENTES

12 Alcachofas
100 gr. de Salmón Marinado o Ahumado
100 gr. de queso rallado para fundir
Unas ramitas de perejil

Para la Bechamel
250 gr. de Leche
25 gr. de Mantequilla
25 gr. de Harina
Sal, Pimienta y Nuez Moscada

PREPARACIÓN

Limpiar las alcachofas y con un sacabolas de fruta vaciar el centro de la alcachofa quitando los pelillos del interior.

Ir poniendolas en agua fría con las ramitas de perejil (para que no se oxiden y se pongan negras).
Poner una olla con agua y sal en el fuego, cuando empiece a hervir echar las alcachofas y el perejil y cocer durante 10 minutos. Escurrirlas y ponerlas boca abajo para que suelten toda el agua.
Preparar la bechamel: en un cazo derretir la mantequilla a fuego lento y añadir la harina hasta que esté tostada. Verter la leche a la mezcla y cocer a fuego lento removiendo con varillas hasta obtener una salsa un poco espesa. A continuación poner la sal, pimienta y nuez moscada al gusto.
Añadir a la bechamel el salmón cortado a cuadritos y la mitad del queso rallado. Remover hasta que el queso esté fundido.

Poner las alcachofas en una cazuela de barro, rellenarlas con el preparado dejando que caiga relleno al fondo de la cazuela, ponerles por encima el resto del queso.

Meter la cazuela en el horno y gratinar durante unos minutos.

ODA A LA ALCACHOFA de Pablo Neruda

La alcachofa de tierno corazón se vistió de guerrero, erecta,
construyó una pequeña cúpula,
se mantuvo impermeable bajo sus escamas,
a su lado los vegetales locos se encresparon,
se hicieron zarcillos, espadañas, bulbos conmovedores,
en el subsuelo durmió la zanahoria de bigotes rojos,
la viña resecó los sarmientos por donde sube el vino,
la col se dedicó a probarse faldas,
el orégano a perfumar el mundo,
y la dulce alcachofa allí en el huerto,
vestida de guerrero, bruñida como una granada, orgullosa,
y un día una con otra en grandes cestos de mimbre,
caminó por el mercado a realizar su sueño: la milicia.
En hileras nunca fue tan marcial como en la feria,
los hombres entre las legumbres con sus camisas blancas
eran mariscales de las alcachofas,
las filas apretadas, las voces de comando,
y la detonación de una caja que cae,
pero entonces viene María con su cesto,
escoge una alcachofa, no le teme, la examina,
la observa contra la luz como si fuera un huevo,
la compra, la confunde en su bolsa con un par de zapatos,
con un repollo y una botella de vinagre
hasta que entrando a la cocina la sumerge en la olla.
Así termina en paz esta carrera
del vegetal armado que se llama alcachofa,
luego escama por escama desvestimos la delicia
y comemos la pacífica pasta de su corazón verde.

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